- Nacimiento del río Júcar
- Nacimiento del río Cuervo
- Cumbre del Cerro San Felipe.
Iniciamos la jornada siguiendo la pista que se dirige al estrecho de San Blas, donde encontramos la fuente homónima, de aguas abundantes y de gran calidad. En este punto el sendero de pequeño recorrido se bifurca, nosotros seguiremos la pista de nuestra derecha.
Estrecho de San Blas |
Desde el primer momento las tímidas aguas del recién nacido río Júcar nos acompañan. La pista es prácticamente llana y muy ancha. Los grandes protagonistas son la fragancia que desprenden los densos pinares y el murmullo del agua.
Dejamos atrás el PR, que asciende a nuestra izquierda hacia el San Felipe, para dirigirnos al nacimiento del río Júcar. Sin apenas darnos cuenta llegamos al final de la pista. Una estrecha senda nos adentra en el Estrecho del Infierno, abierto con paciencia por las aguas del Júcar en la rica caliza.
Estrecho del Infierno |
Durante algunos cientos de metros nos abrimos paso por las rocas siguiendo el cauce del Júcar, aquí apenas un arroyo, que aparece y desaparece en función de las filtraciones y la abundancia de agua. La roca nos sumerge en las sombras y el sol genera un mosaico de contrastes.
Estrecho del Infierno |
El cauce del río Júcar lo alimentan de manera irregular diversos manantiales, el más constante a lo largo del año es el que desciende por la denominada Umbría de San Felipe, señalizado por un cartel. El resto de manantiales suelen ser escasos, lo que explica las paupérrimas aguas del río Júcar en sus inicios.
Seguimos avanzando por una estrecha senda que deja a nuestra derecha las aguas del río y gana altura entre los pinos. Llegamos hasta el lugar conocido como Ojuelos de Valdeminguete (a unos 1600 m) donde se sitúan varios de los manantiales que alimentan al Júcar. No vemos rastro de agua tras un invierno escaso en precipitaciones.
Ojuelos de Valdeminguete |
Desde los Ojuelos de Valdeminguete seguimos por senda poco marcada hasta alcanzar una pista ancha, el Carril de Rilaga, que durante 30 km recorre las laderas de las montañas. Seguimos la pista hacia nuestra izquierda durante unos largos kilómetros.
Carril de Rilaga |
Bordeamos el Cerro San Felipe que nos vigila desde las alturas. Dejamos atrás la Casa forestal del Ojuelo y seguimos la pista donde nos cruzamos con dos ciclistas, únicos testigos de nuestro andar por el momento.
Las suaves subidas y bajadas nos conducen hasta la intersección con la Cañada Real de Alcudia-Tragacete, en el Collado del Escorial (1647 m). A nuestros pies se extiende un amplio valle tapizado de verde y con pequeños neveros que persisten en no dejar paso a la primavera recién iniciada.
Panorámica desde el Collado del Escorial |
Al abandonar el Carril de Rilaga y seguir la cañada, iniciamos un ascenso algo más pronunciado y decidido. Seguimos pistas menos marcadas. Rincones solitarios donde se escucha en toda su plenitud la sinfonía perfectamente orquestada de la naturaleza.
Las pistas se bifurcan y se reencuentran. Cruces confusos que nos obligan a consultar en varias ocasiones el mapa para intentar orientarnos. Nos adentramos en los límites de la zona alta del Monumento Natural del Nacimiento del río Cuervo. La naturaleza que nos rodea forma un todo perfecto y armonioso, los pinos negros y los arbustos de boj escoltan nuestro camino.
Zona alta del Monumento Natural del Nacimiento del rio Cuervo |
Nos reencontramos con las indicaciones blancas y amarillas del PR-CU-79. No hay pérdida posible, las seguimos hacia el mirador que se abre sobre el escarpado que se eleva sobre el nacimiento del río Cuervo.
Nos vemos obligados a descender unos cientos de metros, seguimos por el PR, para poder visitar el nacimiento. Seguimos una senda poco marcada de fuerte pendiente que nos lleva derechos al aparcamiento del área recreativa donde se inicia el breve paseo hasta el nacimiento del río Cuervo. Cinco minutos son suficientes para acabar con las horas de silencio de las que hemos disfrutado: coches, humo, gente (mucha gente), en uno de los rincones más conocidos de la Serranía de Cuenca, echan por tierra nuestra tranquilidad.
Entre el tumulto, iniciamos el recorrido. A pesar de todo, no cabe duda de que nos encontramos en uno de los rincones más bonitos de la Serranía de Cuenca. El cauce del río Cuervo nos lleva en primer lugar a las hermosas cascadas, donde las tranquilas aguas se despeñan formando un manto de cristal.
Cascadas del río Cuervo |
Cascadas del río Cuervo |
El recorrido turístico no finaliza aquí. Ascendemos por unas escaleras hasta la parte superior de las cascadas, donde las aguas límpidas del río forman hermosas piscinas naturales a lo largo de su curso. En unos pocos cientos de metros nos situamos a los pies del escarpe rocoso, de su interior brotan con fuerza las aguas del río Cuervo.
Es curiosa la diferencia entre este nacimiento y del río Júcar. Ambos ríos se nutren de las mismas montañas y, sin embargo, nacen con tan marcada desigualdad de fuerzas que parecen separados por cientos de kilómetros.
Río Cuervo |
En su nacimiento, al otro lado de las pasarelas de madera, tomamos una senda estrecha apenas pisada. Tenemos dudas de si se trata de una senda o simplemente una vereda hecha por el paso de animales. Unos hitos nos sacan de nuestras dudas, otros han pasado por aquí antes que nosotros.
Avanzamos despacio. La pendiente es muy fuerte y la senda se pierde en algunos puntos. Pasamos con cuidado por los tramos más expuestos.
Nos encontramos con un resalte rocoso, tenemos que trepar. La piedra está húmeda, nos aseguramos de la firmeza de los apoyos antes de dar el siguiente paso. Cuando pensamos que hemos superado lo más complicado nos encontramos con un segundo resalte rocoso, un poco más largo que el anterior. No es complicado, hay numerosos cazos para las manos. La trepada es casi una escalera, pero hay que tener cierta soltura.
Segunda trepada |
Seguimos avanzando por el cauce de un río ahora seco. Los restos de troncos y maleza nos indica que no siempre es tan inofensivo. Nos encontramos con un tercer escalón de roca. De nuevo tenemos que trepar, en esta ocasión resulta mucho más fácil.
Última trepada |
Tras esta última trepada, salimos a una zona más llana. Las vistas desde aquí son espectaculares. A nuestros pies, doscientos metros más abajo, hemos dejado el nacimiento del río Cuervo. Volvemos a encontrarnos solos. Solo escuchamos el gorgoteo de algunos pájaros escondidos tras la vegetación.
Seguimos el cauce aguas arriba. En algunos puntos corre un hilo de agua vacilante que desaparece a los pocos metros. El avance es lento. No hay senda evidente, aunque vemos algunos hitos, y hay que abrirse camino entre las ramas y la vegetación.
Cauce seco |
En apenas quinientos metros alcanzamos la zona más elevada. Dejamos atrás algunos pequeños neveros y nos reincorporamos al PR. Durante unos doscientos metros coincidiremos con el recorrido que ya hemos realizado.
Tomamos la dirección hacia el Cerro San Felipe. La senda se adentra en tierras más llanas, jalonadas por pinos y extensas praderas que contrastan con la intensidad del cielo. Avanzamos rápido, la pendiente es suave y la brisa nos proporciona una agradable sensación de tibieza.
Praderas. Camino al Cerro San Felipe |
La pista sigue decidida la ladera de las cumbres que forman la cuerda sobre nuestras cabezas, cuyo punto más elevado es el Cerro San Felipe. Seguimos en todo momento el sendero, bien marcado y sin pérdida posible.
Nos situamos a los pies de nuestro objetivo, la pista finaliza aquí y una senda se encarama a la ladera. La pendiente se agudiza y ganamos altura con rapidez. Pequeños restos del invierno nos salen al paso en los últimos metros antes de alcanzar la cumbre.
Últimos metros antes de la cumbre |
Alcanzamos la cuerda pétrea. Desde aquí podemos ver el vértice geodésico de la cumbre. Sin esfuerzo alcanzamos nuestro último objetivo de la jornada: el Cerro San Felipe (1838 m). Este lugar se constituye como la divisoria de aguas entre la vertiente atlántica, donde desemboca el río Tajo (del cual es afluente el río Cuervo) y la mediterránea, donde desemboca el río Júcar.
Cuerda del San Felipe |
Cima del Cerro San Felipe (1838 m) |
Disfrutamos de las inmensas panorámicas. Pocas vistas de la Serranía de Cuenca pueden compararse con lo que ahora tenemos la suerte de contemplar. Dejamos pasar unos minutos de plena felicidad, pero el sol en su camino al ocaso nos indica que es hora de reemprender la marcha.
Iniciamos el descenso. Seguimos la cuerda al compás de las marcas de PR. En un principio la senda sigue la divisoria de aguas de forma suave hasta alcanzar el collado situado a unos 1700 m.
Inicio del descenso desde Cerro San Felipe |
En este primer collado el sendero se bifurca, hacia el río Júcar o hacia Hontanar. Como la primera parte del recorrido la hemos realizado por el río Júcar, decidimos seguir las indicaciones hacia Hontanar por la ladera de nuestra derecha.
La pendiente se vuelve más pronunciada. No tiene dificultad, pero hay que tener cuidado con los resbalones.
Llegamos a un segundo collado (1587 m) donde nos juntamos con una pista que asciende desde la vertiente contraria. Desde aquí tenemos unas buenas vistas del Cerro San Felipe que se recorta en el horizonte tormentoso.
Cerro San Felipe |
Desde el collado seguimos descendiendo, ahora de forma más progresiva y cómoda. Nos juntamos con una segunda pista, más ancha y más apisonada. Andamos varios kilómetros por este trazado algo monótono hasta alcanzar la fuente de Hontanar, donde hacemos una parada para coger algo de agua.
Tras la breve parada continuamos por la pista hasta alcanzar el estrecho de San Blas. Solo unas decenas de metros nos separan del Albergue de San Blas, donde dimos inicio a esta ruta hace ya algunas horas.
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RECORRIDO:
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INFORMACIÓN PRÁCTICA:
- LÓPEZ VÁZQUEZ, LUIS; ACERO, MIGUEL ÁNGEL. Las mejores excursiones por la Serranía de Cuenca. El senderista.
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