jueves, 27 de octubre de 2016

Camino olvidado de Santiago (de Bilbao a Santiago de Compostela)

De nuevo nuestras pedaladas nos llevaron al Camino de Santiago. Esta vez a un recorrido no muy conocido denominado Camino olvidado, Ruta de la montaña o Camino viejo de Santiago

Hace algunos meses vimos algunos carteles e indicaciones cuando fuimos a realizar una ruta al Valle de Omaña. Al volver a casa nos pusimos a buscar información y el resultado ha sido este viaje, realizado en diez días por cuatro provincias: Vizcaya, Burgos, León, Lugo y A Coruña.

El Camino olvidado tiene su punto de inicio en Bilbao y termina uniéndose al Camino francés en la población de Cacabelos, para realizar los últimos 200 kilómetros por esta vía tradicional y más concurrida.

Día 1. Bilbao-Balmaseda (35.5 km-480 m)


Empezamos bastante tarde ya que este mismo día realizamos el  viaje hasta Bilbao, por lo que la visita a la ciudad se queda pendiente para otra ocasión. La primera complicación la encontramos aquí, en Bilbao: no hay forma de conseguir la credencial. Es mediodía y día festivo, así que la catedral está cerrada y en la oficina de turismo nos dicen que allí no nos la pueden proporcionar. Nos resignamos a iniciar el camino sin credencial.

Bilbao. Inicio del Camino olvidado
Bilbao. Inicio del Camino olvidado

A los pocos cientos de metros nos enfrentamos a las primeras rampas fuertes para salir de la ciudad, acompañados de una lluvia persistente que teñía de gris el día. No sé porqué pero el agua da una intensidad diferente al verde, especial.

En la parte alta nos encontramos con el albergue de peregrinos. Estaba cerrado por lo que tampoco podemos conseguir la credencial. La salida de  Bilbao sigue senderos estrechos y algo tortuosos para la bicicleta, pero bien señalizados.

Salida de Bilbao
Salida de Bilbao



Al descender nos juntamos con el caudaloso río Cadagua cuya música nos acompaña el resto de la jornada. Nuestro recorrido va cambiando de margen, accediendo a las distintas perspectivas sobre la corriente del río. Aprovecha carriles-bici, algunos siguen el trazado de las antiguas vías de ferrocarril, lo que hace que la jornada sea tranquila y con poco desnivel. Podemos disfrutar del entorno, del olor a mojado y de los intensos colores que nos rodean.

Carril bici. Margen del río Cadagua
Carril bici. Margen del río Cadagua

Pasamos por varios pueblos y ciudades. En algunos puntos atravesamos zonas industriales con actividad no hace muchos años, los cascarones de las fábricas crean una atmósfera de abandono, casi de decadencia que ejercen una extraña atracción. Algunos restos ponen de relieve el desarrollo industrial de esta zona a la sombra del río Cadagua, como los restos de la herrería que encontramos en Bolumburu.

Bolumburu. Herrería
Bolumburu. Herrería

En La Herrera, poco antes de llegar a nuestro destino, nos topamos con el Conjunto Monumental de La Mella, formado por la ermita de San Antonio, el Palacio de Urrutia y la torre de Terrero, como elementos más característicos. El estado de abandono de los edificios es total y cierta sensación de nostalgia nos asalta al pensar en la vida que debieron albergar.

Palacio de Urrutia. Conjunto monumental de La Mella
Palacio de Urrutia. Conjunto monumental de La Mella

Unos pocos cientos de metros después, a nuestra derecha, nos encontramos con un pequeño puente que formaba parte de la infraestructura de la calzada romana que unía Flavióbriga, Julióbriga y Pisoraca. Es increíble la tenacidad de estas construcciones que perduran a lo largo de los siglos.

Puente romano
Puente romano

Empapados, pero con buenas sensaciones en nuestra primera jornada, llegamos a nuestro destino: Balmaseda. Una pintoresca localidad donde encontramos un buen refugio en el convento de San Roque, convertido en hotel. 

Balmaseda
Balmaseda

Día 2. Balmaseda-Soncillo (73 km-1550 m)


Abandonamos Balmaseda por el Puente Viejo (también conocido como Puente de la Muza), una espectacular construcción por la que cruzamos el río Cadagua.

Puente viejo. Balmaseda
Puente viejo. Balmaseda

A los pocos kilómetros abandonamos la provincia de Vizcaya para adentrarnos en Burgos. Durante varios kilómetros seguimos la carretera dejando a ambos lados zonas industriales hasta que nos desviamos por una pequeña carretera secundaria hacia la aldea de Nocedal. Siguiendo durante unos kilómetros el sinuoso recorrido del río Orduente primero y del Cadagua después. Rodeados de una atmósfera fría y húmeda llegamos a Nava de Mena

Siguiendo el río Orduente
Siguiendo el río Orduente

Seguimos por carretera y buenas pistas para alcanzar el Pantano de Orduente, que se muestra escaso en contenido a pesar de la lluvia que nos martillea desde nuestra salida. Según nos comentaron en los pueblos, hacía meses que la lluvia no hacía acto de presencia.

Pantano de Orduente
Pantano de Orduente

Pasado el pantano y la localidad de Burceña, las indicaciones nos adentran por lo que parece una antigua calzada empedrada (en este punto las explicaciones dadas en la web no coinciden con el trazado marcado por líneas amarillas). Los grandes bloques de piedra resbalan debido a la humedad, lo que nos obliga a empujar las bicis. Poco a poco el camino se va estrechando, la vegetación se hace más frondosa y la senda se termina perdiendo casi por completo. Nosotros nos vamos desesperando cada vez más: apenas hay espacio para una persona, las bicis se quedan enganchadas continuamente con las ramas. Un avance casi imposible.

Tramo de calzada
Tramo de calzada

Por si fuera poco nos encontramos una valla que tenemos que saltar (lo que conlleva quitar alforjas). Es aconsejable seguir la alternativa por carretera. Aunque es innegable que tiene algo de aventurero verse rodeado de una vegetación así y como única guía la antigua calzada que nos salía al encuentro en algunos tramos.

Tramo de calzada
Tramo de calzada

Tramo no ciclable
Tramo no ciclable

Tras sufrir un poco en el tramo previo, llegamos a Arceo en bajada para adentrarnos en el Camino Real de las Enderrozas. Este camino une las localidades de Arceo e Irús siguiendo la calzada que discurre paralela al río Hijuela. En algunos tramos el trazado se hace duro debido a que el empedrado de la calzada está resbaladizo.

Camino Real de las Enderrozas
Camino Real de las Enderrozas

A pesar de la dureza del terreno el trayecto resulta muy atractivo: cascadas, el frondoso bosque y la certeza de estar recorriendo caminos históricos, con tribuyen a ello.

Cascada. Río Hijuela
Cascada. Río Hijuela

Esta calzada finaliza en el diminuto pueblo de Irús. Seguimos por carretera para alcanzar el Alto del Cabrío (evitando el camino marcado), donde nos sorprende la fuerza de la lluvia. Iniciamos un fuerte descenso hacia Bercedo. Desde esta localidad enlazamos con buenas pistas, rodadoras y de buen firme. Nos adentramos en una naturaleza diferente, amplias dehesas nos rodean, estamos en las Dehesas de Villasante.

Dehesa de Villasante
Dehesa de Villasante

Tras Loma de Montija nuestro pedalear pasa a acompañar las aguas del río Trueba, que nos guía si pérdida a la localidad monumental de Espinosa de los Monteros. Aquí existen numerosos edificios históricos, entre ellos, el Castillo de Chiloeches, las plaza porticada, el Palacio de los marqueses de Velasco o el Castillo de los Velasco. Este último nos indica la dirección a seguir para proseguir nuestro camino.

Castillo de los Velasco
Castillo de los Velasco

En la parte más alta se encuentra Santa Olalla. Desde aquí tomamos una pista que nos lleva, paralelos a la carretera que transcurre más abajo, a los pueblos de Para, Redondo y Quintanilla del Rebollar. La pista es estrecha  pero al no tener desnivel es de fácil ciclabilidad. Los colores del otoño nos envuelven.

Pista desde Santa Olalla
Pista desde Santa Olalla

La lluvia empieza a caer de nuevo con fuerza, así que decidimos evitar las pistas que ascienden al robledal (tenemos dudas de a ciclabilidad) y seguir por carretera hasta Quisicedo. Nos dirigimos a Villabascones, pasando por la Iglesia de Santiago Apóstol (Santiago nos sale al paso).

Iglesia de Santiago Apóstol. Quisicedo
Iglesia de Santiago Apóstol. Quisicedo

En Villabascones nos dan la bienvenida sus calles empedradas y sus casas adornadas de musgo. Nos introducimos en una abrumadora dehesa para llegar arropados por las ramas hasta Quintanilla de Sotoscueva.

Villabascones
Villabascones

Seguimos por carretera durante varios kilómetros. Hay poco tráfico, pero la lluvia vuelve a golpearnos. Atravesamos Entrambosríos, La Parte de Sotoscueva y llegamos a Pedrosa de Valdeporres. La lluvia y el frío nos hacen plantearnos la posibilidad de terminar aquí la jornada, Finalmente decidimos seguir.

Seguimos las indicaciones que nos llevan hasta la antigua estación de tren (aquí es mejor buscar alternativa por carretera). Nos unimos al antiguo trazado de las vías pensando que se trata de una vía verde, pero justo finaliza donde nosotros nos incorporamos. La senda parece bien marcada. A los  pocos cientos de metros el firme pasa a estar formada por la grava característica de las vías, lo que dificulta el avance.

Inicio trazado del tren
Inicio trazado del tren

A medida que avanzamos el camino se cierra y no vemos uno de los desvíos que nos sacan del trazado. Volvemos hacia atrás y tomamos el desvío que nos lleva a una senda no ciclable y donde avanzar es prácticamente imposible. Este tramo se convierte en un auténtico "marrón" porque además la lluvia no para.

Tras arduos esfuerzos conseguimos salir de la maraña de vegetación para enfrentarnos a una titánica subida a San Martín de las Ollas, hasta llegar a la parte más elevada. Aquí, a pesar de la neblina producida por la lluvia tenemos unas buenas panorámicas.

Panorámica desde San Martín de las Ollas
Panorámica desde San Martín de las Ollas


Nos incorporamos a la carretera que, inicialmente en  subida, no abandonamos hasta llegar a nuestro destino: Soncillo.

Día 3. Soncillo-Aguilar de Campoo (77 km-1550 m)


Nos levantamos y, por fin, no llueve. Seguimos la nacional para desviarnos a la altura del humilladero. Cogemos pistas muy ciclables, con buen firme, sin apenas desnivel, y combinamos con algunas carreteras secundarias de comunicación entre los pueblos. Con un sol espléndido llegamos a Virtus donde nos recibe el magnífico Castillo de los Porres (construido en el s XIV).

Castillo de los Porres. Virtus
Castillo de los Porres. Virtus

Seguimos avanzando por buenas pistas que se abren camino a través de un espeso bosque hasta Cilleruelo, localidad muy próxima al Puerto del Escudo, antiguo paso entre la meseta y Cantabria.

Pista a Cilleruelo
Pista a Cilleruelo

En los pueblos de la zona hay una buena colección de iglesias románicas. En San Vicente de Villamezán encontramos nada  más entrar la ermita románica de San Valentín y nos sorprende la gran cantidad de fuentes.

San Vicente de Villamezán
San Vicente de Villamezán

Nuestro camino nos lleva ahora hacia el Embalse del Ebro. Inaugurado en 1952 es una inmensa concentración de agua que inundó completamente cuatro pueblos, y otro gran número fueron inundados parcialmente, lo que afectó de forma irreversible a la vida de sus habitantes.

Embalse del Ebro
Embalse del Ebro

Bordeamos el extremo sur del embalse por carretera, desde la población de Arija hasta Villafría. La intensa sequía deja al descubierto algunos de los esqueletos que produjo esta gran obra hidráulica, la torre de la iglesia de Villanueva de las Rozas aún resiste el paso del tiempo.

Torre de la iglesia de Villanueva de las Rozas
Torre de la iglesia de Villanueva de las Rozas

En Villafría nos desviamos de la carretera. Iniciamos una breve pero fuerte subida hacia Retortillo. Aquí se encuentran las ruinas de la ciudad romana de Julióbriga, así como un interesante centro de interpretación.

La ciudad de Julióbriga fue construida tras las Guerras Cántabras y estuvo habitada hasta el siglo III d. C. En la actualidad se ha excavado y son visitables: el Foro, localizado junto y debajo de la Iglesia románica de Santa María; diferentes tipos de domus en varios sectores: sector Llanuca, casa de los morillos, y sector surde la carretera.

Foro e Iglesia románica de Santa María
Foro e Iglesia románica de Santa María

Domus de los morillos
Domus de los morillos

Después de disfrutar de estos pedazos de historia abandonamos Retortillo por la parte alta del pueblo. Seguimos buenas pistas, pero con fuerte pendiente, que nos adentran en los pinares que rodean a la localidad. Hay un desvío poco marcado por el que dejamos la pista para enfrentarnos a una senda no ciclable, son apenas 100 metros, pero tenemos que empujar a nuestras compañeras hasta alcanzar Peña Cutral.

Peña Cutral
Peña Cutral

En este punto seguimos las flechas amarillas por lo que parece una calzada. Dejamos de ver indicaciones y nos desviamos para alcanzar el alto de una loma donde suponíamos se localizaba el Campamento romano de La Poza. No vemos restos de nada, no estamos seguros de no habernos equivocado de alto. Iniciamos el descenso por una pista ancha. Al llegar a la parte baja volvemos a ver indicaciones y deducimos que hemos bajado por un otra ladera.

Pero las subidas aún no han terminado. Ascendemos por las calles empedradas de Cervatos hasta la Colegiata de San Pedro de Cervatos, una impresionante construcción del siglo XII.

Colegiata de San Pedro de Cervatos
Colegiata de San Pedro de Cervatos

Dejamos atrás la población para atravesar la moderna autopista tras lo cual nos adentramos en un hayedo que muestra sus mejores galas en estos inicios otoñales. Pero como todo no se puede tener, a los pocos metros nos vemos obligados a descabalgar y tirar de las bicis. No son muchos metros, pero resultan agotadores, por lo que los últimos metros al Alto del Bardal los hacemos por carretera (el camino va a escasos treinta metros).

Hayedo. Subida al Alto del Bardal
Hayedo. Subida al Alto del Bardal

En el Alto del Bardal aparecen indicaciones contradictorias entre sí y con la descripción del recorrido. Decidimos hacer caso de la descripción y seguimos hasta Olea, primero por carretera y luego por una pista paralela a ésta.

Pista a Olea
Pista a Olea

En Olea nos desviamos hacia la ermita románica de San Miguel para seguir las pistas que siguen el trazado del Camino Real.

Ermita románica de San Miguel
Ermita románica de San Miguel

En su recorrido aún podemos observar algunas infraestructuras que hoy son mudos testigos del abandono, como es el caso del Puente del Argañal. Las pistas nos llevan hasta alcanzar el Alto de las Naviellas

Aquí nos encontramos otro punto dudoso. Vemos flechas algo borradas en un cercado, junto a indicaciones de GR. Al pasar el cercado las flechas amarillas desaparecen, nos guiamos únicamente de las señales blancas y rojas, hasta alcanzar, por sendero poco claro, de nuevo la pista. Aquí volvemos a ver las flechas amarillas, por lo que creemos que hemos seguido señales antiguas y que actualmente el camino debe estar marcado siguiendo la pista.

Alto de las Naviellas
Alto de las Naviellas

Tras un cómodo descenso y llaneo llegamos a Casasola. Desde aquí seguimos por carretera, evitando las sendas marcadas, paralelos al río Camesa. Nos desviamos por una carretera secundaria en dirección a La Quintana. Pero antes de llegar hacemos una breve parada para ver el Menhir de La Llanada. En la zona hay varios menhires pero hay que desviarse por sendas, así que decidimos dejar su visita para otra ocasión y poder tomarnos nuestro tiempo.  

Menhir de La Llanada

Tras esta breve parada seguimos nuestro camino hacia La Quintana y Las Henestrosas de las Quintanillas, donde nos desviamos por pista para acercarnos a la Iglesia de Santa María. Situada en un alto este magnífico edificio fue construido en el siglo XII.

Iglesia románica de Sta. María
Iglesia románica de Sta. María

Seguimos por carretera y pistas de concentración para atravesar las localidades de Bercedo y Cuena. Nos unimos al trazado del Cordal de las Merinas que coincide aquí con el trazado de la antigua calzada romana que unía Pisoraca (sus ruinas se encuentran en Herrera de Pisuerga) y Portus Blendium (actual Suances). Aún podemos ver algunos restos de esta importante vía de comunicación, como el Puente de la Perdiz que nos permite salvar las aguas del río Ribagón.

Puente de la Perdiz
Puente de la Perdiz

Una vez atravesado el puente las indicaciones, de nuevo, no coinciden con la descripción del recorrido. En esta ocasión, para evitar al máximo la proximidad de la carretera, optamos por seguir las indicaciones que siguen por pistas. Sin apenas desnivel y con indicaciones algo confusas en algunos puntos, llegamos a Aguilar de Campoo donde hacemos la obligatoria parada para comprar algunas galletas antes de buscar alojamiento.

Aguilar de Campoo

Día 4. Aguilar de Campoo-Puente de Almuhey (81 km-1100 m)


Iniciamos el día con un cielo plomizo y frío. Salimos de la ciudad en busca de la cabecera del Embalse de Aguilar, por carretera. En la parte más alta nos desviamos para tomar pistas. Tras pasar por la localidad de Corvio, los caminos nos llevan hasta la necrópolis de Santiuste.  Se trata de un conjunto de sepulturas antropomorfas excavadas en la roca.

Tumbas. Necrópolis de Santiuste
Tumbas. Necrópolis de Santiuste

Las sepulturas tienen la típica orientación Este-Oeste y su cronología se ha situado entre los siglos VII al XI.

Tumba antropomorfa. Necrópolis de Santiuste
Tumba antropomorfa. Necrópolis de Santiuste

Seguimos el  camino de las Tenadas hasta Morisca. Aquí, de nuevo, las flechas son contradictorias con la descripción de la ruta. Nosotros decidimos seguir la descripción y nos acercamos a la Igesia románica de San Juan Bautista.

Iglesia románica de S. Juan Bautista
Iglesia románica de S. Juan Bautista

Al salir del pueblo nos encontramos con la posibilidad de elegir entre dos itinerarios. Nosotros decidimos realizar la opción que nos lleva, por carretera secundaria, a Renedo de Zalaima. Es algo más larga, pero evitamos la carretera CL-626 que parece tener bastante tráfico.

De nuevo la lluvia nos golpea con fuerza mientras recorremos la carretera secundaria que nos lleva por las pequeñas localidades de Renedo y San Mamés de Zailaima, casi fantasmales a juzgar por la carencia de vida en sus calles.

En Salinas de Pisuerga nos reencontramos con un viejo amigo: el río Pisuerga. Con el que ya hemos vivido algunas otras aventuras como nuestro descenso del río Esgueva (que vierte sus aguas a este río en Valladolid) o el Canal de Castilla (que toma las aguas de este caudaloso río en Alar del Rey).  Atravesamos este gran río por el puente el puente medieval.

Puente medieval. Salinas de Pisuerga
Puente medieval. Salinas de Pisuerga

Acompañamos al rió Pisuerega durante los siguientes kilómetros por una pista enmarcada de colores ocres y amarillos dispuestos en formación. Parece que la lluvia está dispuesta a darnos un respiro.

Pistas. Margen del Pisuerga
Pistas. Margen del Pisuerga

Pasmos por varias localidades que han crecido a la sombra del Pisuerga. Aquí nos encontramos con la ruta señalizada del Camino Natural del Románico Palentino. Tras pasar la localidad de Vado, y a escasos metros de las calles de Cervera de Pisuerga, encontramos el desvío para visitar la ermita rupestre de San Vicente, con una necrópolis anexa de los siglos VIII al IX con sepulturas antropomorfas.

Ermita rupestre de S. Vicente
Ermita rupestre de S. Vicente

Abandonamos Cervera por la carretera de la cual nos desviamos a los pocos kilómetros para enfrentarnos a una dura rampa que habrá que hacer a pie hasta enlazar con una pista, el Camino de Cantoral (es posible seguir por la carretera unos cientos de metros y conectar con la pista de forma más cómoda).

La pista es suave, seguimos su trazado adentrándonos en un pequeño barranco donde el dulce olor de las hojas húmedas lo inunda todo. El suelo adquiere un tono negruzco que nos advierte de que nos acercamos a una zona minera, hoy abandonada, donde la naturaleza lucha por esconder las heridas.

Camino del Cantoral
Camino del Cantoral

Los robles van ganando terreno y nos vemos rodeados de un espeso robledal que atenúa el sonido de los pájaros y multipilica el repiqueteo de una ligera lluvia. La pista es dura, el firme no es bueno, pero los sonidos y los olores parecen empujarnos.

Robledal
Robledal

Tras abandonar este rincón atrapado por la belleza, nos topamos con un pequeño problema. Un agente forestal nos corta el paso y nos advierte de que están de montería, por lo que "nos aconseja"  no pasar. Nos indica que hay una pista paralela a pocos metros y decidimos seguirla para evitar problemas hasta Cantoral de la Peña.

Al entrar en esta localidad vemos a lo lejos otra bici: ¡¡otro peregrino!!. Hablamos con él un rato y decidimos seguir juntos. Combinando pistas de concentración con carretera en algunos tramos dejamos atrás un par de pueblos antes de hacer una parada para admirar la Iglesia románca de Nuestra Señora de la Asunción, en Pisón de Castrejón.

Iglesia románca de Nuestra Señora de la Asunción
Iglesia románca de Nuestra Señora de la Asunción

Seguimos a tramos por carretera y a tramos por pistas. Cambiamos ahora el apellido de los pueblos que abandonan "de Castrejón" para pasar a denominarse "de la Peña": Tarilonte, Aviñante, Santibáñez y Las Heras. Todos ellos comunicados por buenas pistas, aunque no exentas de alguna fuerte pendiente.

Camino de Aviñante de la Peña
Camino de Aviñante de la Peña

A partir de Aviñante circulamos paralelos a la vía del ferrocarril y muy próximos a la carretera, la cual estuvimos tentados de seguir cuando la lluvia empieza a tomar cierta consistencia. A partir de Muñeca la lluvia se convierte, a intervalos, en una auténtica cortina.

Empapados llegamos a Guardo y decidimos seguir hasta Puente de Almuhey. A la salida de Guardo nos encontramos las primeras complicaciones. Seguimos las flechas, Eduardo (el otro peregrino) muy racionalmente decide seguir por la carretera, por una pista pedregosa y empinada que nos lleva hasta la Ermita del Cristo del Amparo. En este punto nos reagrupamos de nuevo los tres para seguir algunos kilómetros por carretera. Nos terminamos separando cuando Iván y yo decidimos seguir las indicaciones que abandonan la carretera.

Nos adentramos por un sendero no muy marcado, pero que inicialmente parece ciclable. La vegetación va ganando terreno y los malos presagios nos asaltan. Una naturaleza salvaje nos intimida y nos hace soltar exclamaciones de sorpresa.

Sendero poco ciclable
Sendero poco ciclable

A un kilómetros escaso se confirman los peores pronósticos, pero ya hemos bajado y avanzado demasiado. Ahora nos toca empujar y luchar con raíces y ramas para poder avanzar. La senda termina perdiéndose casi por completo. Una densa lluvia crea un ambiente musical al bañar a los árboles.

Conseguimos salir y retomar la carretera. Pero como somos así decidimos tomar el siguiente desvío que nos obliga a subir a una empinada colina para cien metros después retomar de nuevo la carretera. En Cegoñal, de nuevo, caemos en la trampa y seguimos por una pista que se adentra en el monte. En un principio parece ciclable e incluso de buen firme. A medida que avanzamos vemos con cierto temor cómo la pista va perdiéndose debajo de la maleza.

Pista en Cegoñal
Pista en Cegoñal

Para, finalmente, perderse por completo. Nos vemos, por tercera o cuarta vez en el día, tirando de las bicis y peleándonos con las ramas y la vegetación para poder avanzar. Nos encontramos en medio de una zona cerrada, sin tan siquiera una mísera senda que seguir y sin ningún rastro de las señales amarillas, escondidas tras la maraña verde. Con no poco esfuerzo conseguimos salir y descender hasta Puente de Almuhey. Esta última parte casi es hasta desaconsejable andando si no hacen algún trabajo de desbroce. Cuando llegamos a nuestro destino Eduardo ya está hasta duchado.

Día 5. Puente Almuhey-Boñar (48 km-850 m)


Iniciamos la jornada igual que la acabamos: lloviendo y con frío. Salimos enfundados en los impermeables y nos preparamos para un día pasado por agua. Los primero kilómetros de la jornada siguen pistas paralelas a la carretera que asciende el curso del río Tuéjar, para luego seguir el asfalto en una cómoda ascensión hasta llegar al Santuario de la Virgen de Velilla (siglo XV).

Santuario de la Virgen de la Velilla
Santuario de la Virgen de la Velilla

Nos encontramos con Eduardo, que ha salido casi una hora antes que nosotros. Se para y nos dice que están cazando y que no se puede pasar. Él decide bajar hasta Puente Almuhey y seguir por carretera, ya no nos volveremos a encontrar. Nosotros avanzamos un poco y, efectivamente, vemos un cartel donde se indica que están de cacería. Dudamos si pasar o no. Avanzamos para ver si vemos a alguien y preguntar, pero no hay nadie. No queremos descender hasta Puente porque se aleja demasiado del camino marcado. Decidimos acercarnos al pueblo: La Mata de Monteagudo.

Hablamos con algunos de los escasos vecinos que quedan en el pueblo y nos dan una alternativa por otras pistas. Cuando nos disponemos a seguirlas nos encontramos con otro cartel de montería: estamos rodeados. Algunos vecinos nos indican que hay una centro de turismo rural (C.T.R La Velilla) donde podemos cobijarnos, pero cuando llegamos está cerrada. Esperamos un rato y aparece la dueña que nos abre la puerta y nos pone un par de cafés. A los veinte minutos aparece el vecino que nos ha indicado lo del bar (Loren) y le dice a la dueña (Pepa) que encienda el fuego para que entremos en calor. Y allí nos quedamos. Durante casi tres horas estamos charlando con Loren y Pepa sobre el pueblo, la gente, el trabajo, los osos y los lobos. A la hora se une otra persona más al grupo y a la charla. A las tres de la tarde Loren coge la moto y sube al monte para ver si la montería ha terminado, cuando baja nos dice que ya podemos pasar sin peligro ninguno. Tengo que decir que el el pueblo de La Mata se portaron maravillosamente bien con nosotros, nunca sabrán cuanto se agradece un poco de calor en un día tan frío.

Empezamos una dura subida que nos ayuda a entrar en calor. Grandes moles rocosas limitan nuestro horizonte y confieren a la subida un gran ambiente de montaña.

Ascenso desde el Santuario
Ascenso desde el Santuario

Ganamos metros lentamente sobrecogidos por la soledad que nos rodea. Alcanzamos el punto de máxima altitud en el Collado de la Mata (1320 m). En este punto nos encontramos con varios indicadores, uno de ellos llama nuestra atención: la Ruta de las Legiones, cualquier cosa que huela a Historia tiene un fuerte magnetismo.

Llegando al Collado de la Mata
Llegando al Collado de la Mata

El collado es un excelente mirador. A nuestros pies se extienden las tortuosas tierras que delimitan el Valle del Esla.

Collada de la Mata
Collada de la Mata (1320 m)

A nuestra derecha se intuye tras el manto de nubes el Macizo de Peñacorada, cuya máxima altura es la montaña que le da nombre con 1832 m, y nos acompañada durante nuestro rápido descenso.

Macizo de Peñacorada
Macizo de Peñacorada

Es uno de esos momentos en los que sientes que vuelas: la oscuridad del cielo resalta el verde de los brezos y los piornos, el intenso olor a tierra mojada refresca el aire que nos golpea, el descenso nos permite disfrutar de lo que nos rodea. Ahora nos alegramos de haber esperado para seguir el camino.

Descenso desde la Collada de La Mata
Descenso desde la Collada de La Mata

Las flechas nos sacan de la pista hacia un sendero poco marcado que recorre la ladera, el Camino de La Mata. Decidimos seguir la pista que parece descender al valle, cuando llevamos cien metros bajados vemos en el mapa que no tiene salida. Volvemos al punto de partida y decidimos seguir las indicaciones, aunque desde el principio es previsible algún tramo complicado (no aprendemos). Inicialmente el sendero parece ciclable, aunque está poco marcado no presenta muchas dificultades. Pero a medida que gana altura la ciclabilidad disminuye.

Camino de La Mata
Camino de La Mata

La senda se vuelve impracticable en los últimos metros para ganar el collado que nos permite cambiar de ladera debido a dos razones: la fuerte pendiente jalonada de piedras; el barro debido a las lluvias. Si se opta por este camino (hay una variante) es obligado empujar las bicis.

Tramo no ciclable
Tramo no ciclable

Una vez ganada la ladera contraria retomamos un pista e iniciamos el descenso hacia Cistierna. La vegetación ha cambiado y los robles han sido sustituidos por un espeso pinar, su olor característico nos envuelve. En algunos tramos, aunque esto depende de la pericia de cada cual, yo tuve que echar el pie a tierra debido al mal firme.

Descenso a Cistierna
Descenso a Cistierna

Desde Cistierna seguimos la pista que remonta el Arroyo del Mercadillo, hasta Yugueros. Desde este punto tomamos una orientación oeste combinando tramos por carreteras poco transitadas y buenas pistas que nos permiten avanzar con rapidez. La vegetación ha cambiado de nuevo, los robles de la primera parte del recorrido y los pinos de la segunda, ahora han sido sustituidos por bosques de ribera que delimitan nuestro camino.

Pista hacia Boñar
Pista hacia Boñar

Nos desviamos, siguiendo las señales, en el pueblo de Barrillos de las Arrimadas y nos acercamos al Santuario de la Virgen de los Remedios.

Santuario de la Virgen de los Remedios
Santuario de la Virgen de los Remedios


Tras la breve visita continuamos ya que, debido a la montería y la lluvia, ha sido una jornada muy lenta y la luz empieza a diluirse. Y, después de un día lleno de vicisitudes, llegamos a nuestro destino final: Boñar.

Día 6. Boñar-Fasgar (91 km-1350 m)


Dejamos Boñar atrás por pistas y algún tramo corto de carretera. La mañana ha despertado con una fina capa de nubes bajas que difuminan el calor del sol.

Salida de Boñar
Salida de Boñar

Atravesamos los pueblos bañados por las aguas del río Curueño y del que toman su apellido: Otero y La Vecilla. Avanzamos de forma cómoda en medio de un ambiente frío típicamente otoñal, aunque la lluvia parece que hoy nos va a dar un respiro.

Pista. Valle del Curueño
Pista. Valle del Curueño

En la localidad de Campohermoso nos unimos al asfalto durante los siguientes diez kilómetros, hasta Solana de Fenar. En este punto retomamos las pistas en compañía del Arroyo del Valle y siguiendo un camino negruzco que delata la actividad minera de la zona.

Pista a La Robla
Pista a La Robla

El humo y el olor es lo que primero percibimos de La Robla. Un núcleo industrial, feo y oscuro, quizá por el contraste con la naturaleza de los días precedentes. En un importante núcleo urbano algo venido a menos debido al cierre de numerosas minas en la zona, pero que aún mantiene una silueta de grandes chimeneas y fábricas.

Nos acercamos al albergue de peregrinos para ver si conseguimos la deseada credencial, pero está cerrado. En esta localidad hay albergue porque aquí el camino se une, o mejor se cruza, con el Camino Vadiniense (que une San Vicente de la Barquera con Mansilla de las Mulas a través del Valle de Liébana). Tras nuestro infructuoso intento salimos de la ciudad por pistas pedregosas, bordeando las fábricas y de fuertes pendientes.

Retomamos la carretera para, desde Olleros de Alba, iniciar el fuerte ascenso a la Collada de Olleros. En el descenso abandonamos la carretera de forma puntual para acercarnos a algunos pueblos, para retomarla a los pocos kilómetros.

En La Magdalena hacemos una parada en la churrería. Se nos acerca un hombre y nos pregunta que a dónde vamos y que si somos peregrinos. Le decimos que queremos llegar a Fasgar, pero no estamos seguros del tema del alojamiento. Nos dice que él es de ese pueblo. Coge el teléfono y se pone a llamar. Nos asegura que hay una casa rural y que si no está abierta que contactemos con Rosi (su teléfono viene en la guía que nos hemos bajado) y si tampoco está con Modesta, que ellas seguro que nos resuelven el problema. Así que decidido, tiramos hasta Fasgar. El hombre es la amabilidad personificada, y nosotros nos vamos con la sensación de que aún hay caminos en los que se puede respirar la hospitalidad, la amabilidad y vivir el espíritu de un peregrinaje auténtico.

Seguimos nuestro camino. Rodamos muchos kilómetros por carretera. En parte se agradece después de los esfuerzos de las jornadas previas, pero resulta un poco monótono tanto asfalto, que solo abandonados en cortos tramos y para llegar a Pandorado. Nos sorprende verlo tan solitario, hasta el hotel está cerrado. Al menos el Santuario de Nuestra Señora de Pandorado sale a recibirnos.

Santuario de Nuestras Sra. de Pandorado
Santuario de Nuestras Sra. de Pandorado

Descendemos de manera vertiginosa por carretera hacia La Omañuela. Durante el descenso tenemos unas magníficas vistas de los montes que delimitan el río Omañas.

Montañas. Río Omañas
Montañas. Río Omañas

La Omañuela
La Omañuela


La Omañuela es una pequeña aldea escondida entre los pliegues de la tierra, comunicada con Guisatecha por una pista que sigue el  margen del río Omañas. Vemos que el camino está desbrozado. Inicialmente nos escoltan muros de piedra que delimitan las propiedades.

Inicio de la pista hacia Guisatecha
Inicio de la pista hacia Guisatecha

A medida que avanzamos es la naturaleza la que gana terreno bañada por las aguas del caudaloso río. Numerosos pájaros, a juzgar por los cantos, encuentran entre estas ramas refugio.

Pista hacia Guisatecha
Pista hacia Guisatecha

Pista hacia Guisatecha
Pista hacia Guisatecha

En Guisatecha retomamos la carretera hasta El Castillo. En este pueblo fue donde descubrimos el Camino Olvidado al ver un panel informativo cuando fuimos a hacer una ruta al Valle de Omaña, por ello, para nosotros, es un punto importante. Aquí empezó todo.

Pista a Vegarieza
Pista a Vegarieza

Este tramo nos lo conocemos. Atravesamos el río y seguimos unas pistas por la parte baja de la ladera. Bordeamos huertos y pequeños cultivos, para volver a atravesar el río a la altura de Vegarieza. Aquí hacemos una parada logística. Como no estamos seguros de encontrar otro lugar para aprovisionarnos decidimos comprar un par de bocatas en el bar del pueblo. Aprovechamos para descansar y tomar algo.

Seguimos nuestro camino, ya algo cansados. En Venta de Aguas Mestas nos desviamos para tomar una pequeña carretera que se adentra en el valle formado por el río Vallegordo. En Crujiales tomamos una pista durante unos pocos kilómetros, para descansar de asfalto.

Río Vallegordo
Río Vallegordo

Vemos flechas amarillas que indican caminos fuera de la carretera. Los seguimos: en el primero de ellos nos encontramos con el camino cortado por una valla imposible de saltar; en el segundo, a la altura de la Ermita de Sta. Ana, nos lleva hasta el río, imposible de atravesar sin mojarse. Lo más aconsejable es seguir la carretera hasta Vegapujín, la carretera apenas tiene tráfico y pasa por las diminutas aldeas que salpican este valle perdido.

Aldea
Aldea

En Vegapujín cambiamos de margen del río y seguimos una pista que discurre paralela al río y a la carretera, siguiendo lo que parece el trazado de la antigua vía de comunicación. La pista aparece escoltada de pequeñas propiedades delimitadas por muros de piedra.


Pista desde Vegapujín
Pista desde Vegapujín

Fasgar
Fasgar

Sin muchas incomodidades llegamos a Fasgar. Comprobamos que la casa rural está cerrada. Llamamos a Rosi y nos dice que no está en el pueblo. Cuando abre el bar nos metemos para huir del frío y preguntamos al dueño. Nos dice que no nos preocupemos que, si no es Rosi, Modesta puede ofrecernos un lugar para dormir. Mientras esperamos hablamos con algunas de las personas que están en el local. Finalmente se nos acerca un chico joven, Víctor, que nos indica una casa en la que podemos pasar la noche, incluso nos ofrece algo de cena, pero como la casa tiene cocina podemos hacer la pasta que hemos llevado (además llevamos los bocadillos). De nuevo nos encontramos con un montón de gente buena en el camino, que nos ofrecen su ayuda y su compañía.

Fasgar
Fasgar

A la mañana siguiente el propio Víctor nos acerca a conocer a Rosi, con la que hablamos un rato sobre el camino y su promoción. Nos sella en la guía que llevamos (seguimos sin credencial)  y nos despedimos sumamente agradecidos con tanta amabilidad. Tenemos pendiente una nueva visita para conocer las montañas que rodean este precioso valle y para poder agradecer de nuevo la hospitalidad de los vecinos de este pueblo.

Día 7. Fasgar-Cacabelos (84.5 km-1440 m)


El día amanece oscuro y frío. Las nubes permanecen ancladas a las montañas que solo se intuyen tras el el telón blanquecino. Tras visitar y agradecer a Rosi y Víctor su increíble hospitalidad, nos despedimos e iniciamos el ascenso. Tenemos por delante una jornada dura.

Salida de Fasgar
Salida de Fasgar

Seguimos una pista amplia, algo pedregosa, para adentrarnos en la Sierra de Gistredo. En apenas un kilómetro la pendiente empieza a acentuarse, y otros pocos de cientos metros más la pendiente es demasiado fuerte para mis piernas. Pero esto es una cuestión de fuerzas, Iván sigue montado. Aprovecho mi lento caminar para mirar a mi alrededor y empaparme de tanta belleza.

Fasgar al fondo
Fasgar al fondo

A medida que ascendemos las nubes nos envuelve y se intensifica la sensación de frío. Nuestra vista queda limitada a lo inmediato. A pesar de estar rodeados de montañas que rondan los dos mil  metros no podemos verlas cegados por la niebla. Cuando llevamos algo más de la mitad de la subida encontramos Las Fuentes, con agua cristalina y fría. Una excelente excusa para una parada.

Las Fuentes
Las Fuentes

Seguimos ascendiendo hasta alcanzar el Collado de Campo (1641 m). Un embudo donde el viento nos golpea. Es una lástima que las nubes no nos dejen ver las montañas que nos rodean porque intuimos que debe ser espectacular, más de lo que ya es.

Collado de Campo
Collado de Campo (1641 m)

Iniciamos el descenso con cuidado por una pista ancha. Desde esta altura podemos ver, unos cien metros más abajo, el amplio Campo de Santiago.

Campo de Santiago
Campo de Santiago

Al parecer en el siglo X en este impresionante paraje tuvo lugar la batalla que enfrentó a las tropas de Ramiro II de León y las del temible Almanzor. Cuenta la leyenda que aunque los segundos eran  más numerosos los leoneses se alzaron con la victoria gracias a ala intervención de Santiago Apóstol, que luchó a lomos de su corcel con las huestes cristianas. Por esta razón se alza en este lugar la Ermita de Santiago. Cuando veo este lugar no puedo evitar pensar lo cansados que debieron llegar a la batalla.

Ermita de Santiago
Ermita de Santiago

Tras la dura subida viene la bajada. Iniciamos el descenso por una vereda poco marcada que a los pocos metros se convierte en sendero. Se puede ir montado unos pocos cientos de metros. A pesar de ser bajada nos vemos obligados a bajarnos de las bicis ante los continuos escalones, las piedras y la estrechez del camino.

Inicio del descenso
Inicio del descenso

El sendero discurre paralelo al río de Campo que se abre camino formando sonoras cascadas que solo podemos intuir tras el espeso follaje. Desistimos de montar en las bicis y nos resignamos a cargar con ellas. El avance lento, con continuas paradas nos proporciona la oportunidad de detenernos a admirar las montañas, los árboles, a saborear los olores y palpar los sonidos que nos envuelven.

Tramo no ciclable. Descenso
Tramo no ciclable. Descenso

El rojo incendia algunos de los árboles rompiendo la paleta de colores verdosos, el otoño ha llegado y aquí cobra una fuerza espectacular y sorprendente.

Tramo no ciclable. Descenso
Tramo no ciclable. Descenso

En general el sendero es de bajada, pero de forma puntual nos encontramos con duras subidas para poder salvar resaltes rocosos que nos obligan a levantar las bicis y la carga que transportamos. En otros la magia nos envuelve y los árboles nos guían por túneles estrechos.

Resalte rocoso
Resalte rocoso

Sin duda este tramo del camino se puede calificar como espectacular. En algunos puntos podemos distinguir el empedrado y el trabajo de refuerzo de antiguos caminos que facilitaron el acceso de los moradores de estos angostos valles a los pastos de las zonas altas. No deja de sobrecogernos el esfuerzo realizado por el ser humano para alcanzar todos los rincones.

Se han habilitado dos puentes para poder salvar las aguas del río de Campo. Tras pasar el segundo la senda se ensancha y a los pocos metros podemos volver a avanzar montados en nuestras cabalgaduras. A medida que descendemos los muros de piedra vuelven a delimitar nuestro camino.

Descenso. Pista ciclable
Descenso. Pista ciclable

Tras casi dos largas horas y casi tres kilómetros con las bicis a cuestas, llegamos a Colinas del Campo, con la sensación de que ha merecido la pena.

Colinas del Campo
Colinas del Campo

Al poco de abandonar esta pequeña población dejamos la carretera para tomar una pista que discurre paralela por el lado contrario del río. Tras los sufrido esta pista no supone ningún problema y nos lleva directamene hasta Igüeña, donde reponemos fuerzas.

Con el estómago un poco más lleno y las piernas un poco frías salimos del pueblo por la carretera. En pocos metros nos adentramos en el monte siguiendo una pista con fuerte inclinación. Con continuas subidas y bajadas, y rodeados de robles llegamos al paraje conocido como Cercenada (al parecer las huestes de Almanzor hicieron estragos por aquí) donde se ha situado una cruz de hierro en recuerdo de otra que estuvo situada en el lugar.

Cercenada
Cercenada

El terreno sigue siendo duro hasta Quintana de Fuseros. Aquí cambiamos de ladera, ahora nos dirigimos hacia los montes que se sitúan enfrente nuestro. Seguimos buenas pistas ganando altura rápidamente, hasta alcanzar la cuerda, en torno a los 1100 m.

Pista por la cuerda
Pista por la cuerda

Descendemos por una pista pedregosa, casi una senda, hasta enlazar con con las pistas que bordean los montes por sus laderas. Por pista cómoda llegamos a Labaniego y, por carretera ignorando las flechas, llegamos a Arlanza.

Llegamos a Losada por pista buena, donde hacemos una parada para un café. Seguimos por carretera hasra Rodanillo donde volvemos a tomar una pista recién acondicionada y con indicaciones de Camino Natural de la Conquista (aún no hay información práctica en la página web del ministerio). Circulamos por un firme pedregoso y algo incómodo, en suave ascenso que nos adentra en un robledal que nos acompañará hasta Cobrana.

Pista a Cobrana
Pista a Cobrana

Salimos de Cobrana por una senda poco ciclable y muy pendiente que me obliga a empujar, de nuevo, la bici hasta enlazar con una pista más ancha. Seguimos ascendiendo sin descanso hacia el Santuario de la Virgen de la Peña (870 m). Una rampa final nos sorprende antes de alcanzar el asfalto que nos lleva al santuario.

Santuario de la Virgen de la Peña
Santuario de la Virgen de la Peña

En todo este recorrido hemos seguido las flechas amarillas. En el santuario no vemos por dónde continua el camino. Descendemos por asfalto y en un punto, donde una pista se une a la carretera, volvemos a ver las conocidas señales. Intuimos que hemos seguido una variante y nos hemos hechos unos cuantos cientos de metros de más de desnivel. Pero ya está hecho. Ya solo nos queda un rápido descenso hasta Congosto.

Bordeamos el Embalse de Bárcena hasta alcanzar su cabecera. Nada más pasar la presa nos encontramos con un cruce lleno de flechas amarillas en todas las direcciones imaginables. Nos detenemos para leer la descripción y decidir por dónde tirar. Se nos acerca un hombre, se presenta. Se llama Aquilino y nos dice que el camino es el de la derecha, al parecer hay cierto conflicto de intereses. Aquilino nos dice que es de Cabañas y que nos espera para sacar unas fotos, porque le hace mucha ilusión que pasemos por su pueblo. Le indicamos que, si todo ha ido bien, ha debido pasar un bilbaíno que nos lleva cierta ventaja.

Embalse de Bárcena
Embalse de Bárcena

Seguimos bordeando el embalse hasta Cubillos de Sil. Nos incorporamos a la carretera que lleva a Cabañas. La carretera por la que pedaleamos parece ser que está construida sobre una antigua calzada romana que unía Brácara Augusta (Braga, Portugal) y Astúrica Augusta (Astorga). Hoy el único vestigio que queda son dos pequeños puentes apenas visibles tras la vegetación y las toneladas de alquitrán.

Mientras atravesamos un polígono industrial vemos a lo lejos un peregrino andando con una gran mochila, nos acercamos para hablar con él. Ha empezado el día antes en Igüeña y sí, su intención en llegar a Santiago. Tras unos minutos de charla nos despedimos deseándonos buen camino. 

Tal como nos dijo Aquilino nos espera a la altura del puente para darnos un kilo de peras (con un sabor espectacular) y sacarnos unas fotos. De nuevo nos reencontramos en Cabañas donde nos sacamos un par de fotos mas antes de seguir nuestro camino.

Con Aquilino en Cabañas
Con Aquilino en Cabañas

Tras las fotos y la promesa de mantener el contacto proseguimos nuestro camino. Sin ningún tipo de problemas seguimos una pista completamente recta, suponemos que seguimos sobre el trazado de la calzada, hasta la población de Cacabelos.


Día 8. Cacabelos-Colvar (73 km-1650 m)


En Cacabelos nos unimos al Camino de Santiago francés, por lo que el Camino olvidado lo podemos dar por acabado en este punto. Sin embargo un camino necesita un destino y este destino lo hemos situado en Santiago. En las próximas jornadas seguiremos esta histórica, y conocidísima, ruta hasta la Plaza del Obradoiro.

Como este recorrido es ampliamente conocido (hay tracks, guías, páginas web y numerosas crónicas) y es imposible perderse en él, me limitaré a un breve resumen y a poner algunas fotos, pero mucho más escueto que las jornadas previas.

Hay varias cosas que se perciben nada más enlazar con el Camino francés: nos sorprendió la gran cantidad de gente (no quiero ni pensar cómo debe estar esto en verano), es imposible perderse, solo hay que seguir a la columna de mochileros; la humedad crece y los helechos nos rodean, está claro, nos acercamos a Galicia; por fin, hemos podido conseguir nuestra credencial; aquí los problemas de alojamiento no existen, cada pocos kilómetros albergues (privados y públicos), hostales, hoteles y alojamientos rurales aparecen, casi que agobia.

La primera localidad importante a la que llegamos es Villafranca del Bierzo donde nos recibe la Iglesia románica de Santiago, las gruesas paredes del castillo y la majestuosa Colegiata de Santa María de las Cluniaes.

Castillo de Villafranca del Bierzo
Castillo de Villafranca del Bierzo

Siguiendo las indicaciones nos adentramos en el Valle del Valcarce, pidiendo permiso a cada pedalada para poder pasar entre tanta gente. En Ruitelán nos desviamos hacia carreteras secundarias para iniciar el ascenso a O Cebreiro, punto fronterizo entre las tierras leonesas y gallegas. Seguimos la variante por carretera, la subida es muy dura y larga, incluso por asfalto, pero la llegada a O Cebreiro (1300 m) siempre es un gran premio.

Subida a O Cebreiro
Subida a O Cebreiro

O Cebreiro
O Cebreiro

Descendemos algunos metros para enfrentarnos a la siguiente subida, esta vez por pista: el Alto de San Roque (1269 m). Cuando pensamos que no nos quedan más subidas duras nos enfrentamos al Alto do Poio (1335 m). Tres subidas que nos dejan algo mermadas las fuerzas.

Alto de San Roque
Alto de San Roque (1269  m)

Desde aquí disfrutamos de una larga bajada, cómoda y rápida hasta Triacastela. En este punto decidimos seguir por la Sanxil. El inicio es algo duro, con alguna subida con grandes piedras que puede que obliguen a echar el pie a tierra. En este tramo no nos encontramos con peregrinos (quizá por la hora), por lo que disfrutamos del camino para nosotros solos.

Sanxil
Sanxil

Por pequeñas carreteras y rodeados de castaños, llegamos a nuestro destino de hoy: Calvor. Aquí hay albergue de peregrinos y aprovechamos que estaba bastante vacío.

Día 9. Calvor-Ribadiso (75 km-1590 m)


El día amanece soleado y cálido. Es curioso, pero desde que hemos entrado en Galicia el tiempo ha mejorado de manera llamativa. Iniciamos la jornada temprano (el albergue tiene hora de salida a las 8) así que a la hora de desayunar estamos en Sarriá. Desde aquí inician el camino muchas personas andando, por lo que notamos un importante incremento de gente, tanto andando como en bici. Salimos de la población por el Ponte de Áspera.

Ponte de Áspera
Ponte de Áspera

Los caminos se han habilitado y ensanchado, por lo que no encontramos muchos problemas de ciclabilidad más allá de las pendientes a salvar. En general, todos los caminos son ciclables y rodadores.

Pista. Camino francés
Pista. Camino francés

Al llegar a Porto Marín nos encontramos el Embalse de Belesar (alimentado por el caudal del río Miño) hambriento, dejando a la vista los cadáveres de las construcciones que precedieron a la inundación.

Emblase de Belesar
Emblase de Belesar

Proseguimos paralelos a la carretera, de la cual nos desviamos para una breve visita al Castro de Castromaior (donde curiosamente casi nadie para). Las dataciones más antiguas determinan un primer poblamiento en torno al siglo V a. C, en la denominada Edad del Hierro, hasta el siglo I d. C, en plena romanización de la península, cuando es abandonado.

El recinto principal está en lo más alto, formando sucesivas plataformas delimitadas por lo que parecen murallas (hay imágenes visuales que permiten apreciar esta disposición de forma clara).

Plataformas amuralladas
Plataformas amuralladas

La entrada al recinto principal se abre en la muralla. Dentro del recinto principal se han excavado diversas viviendas. El lugar es bastante espectacular y merece una visita, aunque no sea pormenorizada.

Entrada al recinto superior
Entrada al recinto superior

Viviendas recinto principal
Viviendas recinto principal

Viviendas recinto principal
Viviendas recinto principal

Tras esta breve visita nos encaminamos hacia Palas de Rei. Los cruceiros ahora se hacen presentes a lo largo del camino.

Cruceiro
Cruceiro

Nuestra siguiente gran parada es Melide. Entramos a esta localidad por el conocido A Ponte Vella de Furelos, un puente medieval que nos permite salvar las aguas del río Furelos.

A Ponte Vella de Furelos
A Ponte Vella de Furelos. Melide

Tras descansar y comer algo, retomamos el recorrido que con continuas subidas y bajadas nos lleva hasta el atestado albergue de Ribadiso.

Día 10. Ribadiso-Santiago de Compostela (45 km-850 m)


Iniciamos el recorrido parando a desayunar en Arzúa. Los caminos son cómodos. Discurren sin apenas separarse de la N-547 primero, y de la N-634 después, buscando caminos asfaltados de comunicación entre las aldeas y pintas de buen firme. Todo ello contribuye a que avancemos de forma rápida y cómoda.

Pista hacia Santiago
Pista hacia Santiago

Nuestras pedaladas transcurren por robledales que van siendo sustituidos por eucaliptos a medida que nos acercamos a Santiago. Nos sorprende lo bien sacados que están los caminos para evitar las carreteras y las mejoras que se han realizado en el firme desde la última vez que estuvimos aquí hace ya algunos años.

Con una fuerte rampa final llegamos a uno de los hitos del camino: el Monte do Gozo, desde podemos intuir más que ver la ciudad de Santiago a nuestros pies.

Monte do Gozo
Monte do Gozo

Apenas cinco kilómetros nos separan de nuestro objetivo, Ahora casi volamos llevados por la alegría del objetivo conseguido y las experiencias vividas. Tras algunas vueltas por las calles de Santiago para evitar las calles prohibidas, por fin, llegamos a la Plaza del Obradoiro, donde la Catedral de Santiago se alza majestuosa (aunque algo desmejorada con tantos andamios).

Catedral de Santiago
Catedral de Santiago


Y esto es para nosotros, ahora sí, el final del camino.

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RECORRIDO


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